Al mismo tiempo
Malas noches, cauchos regados en la cuadra y la certeza de andar sola a la rutina: desganas.
Nos cruzamos, te detienes, te alcanzo y mis rodillas reviven por un abrazo de lo que procreaste. Muestro mis uñas y me sugieren el rosado, me indica el camino correcto y coloca como las loncheras en su sitio, un beso en mi mejilla, y me promete alegría con una sonrisa: paz.
Luego estamos tú y yo y el aliento que expiramos hasta cierto punto del camino: que te vaya bien.
Y ya el resto, lo sabíamos.
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