Más que todas las cosas

Aún, en cada noche
escucho esa canción que nunca canté en tu oído.

En algún frío del invierno que llegó custodiando mi pecho, me perdí en el laberinto que se supone crucé para que me encontraras, y el aire de mi propia respiración fue el viento que conspiró, está vez, en contra mía. El corazón a veces como ahora se me desarma y aunque sé la respuesta pregunto “¿ya no te hago tan feliz, vida mía?” ¿Ya ves que no pude encender tu alma como encendí tu sonrisa? En la que quiero quedarme como algo que jamás te dañara.

Pero se quedó en el pasado, tal cual es, tal cual existe, tal cual está y este presente que se nos convierte en pesadilla, tal cual el miedo, tal cual el llanto, tal cual la huída.

Es una lástima no haber apagado mi incendio en tus brazos, es mera tristeza no poder detener tu caída libre, ¡Cuánto quisiera, preciada doceava de mi abecedario, que fueses indestructible!

A pesar de todo avanzarás y tu dolor quedará km de ti porque has dejado de creer en mi corazón errado, mas crees en el único amor que espanta verdaderamente tus fantasmas y les da esa paz permanente que yo solo tan efímeramente a penas les vislumbré.

A medio paso se me han caído las palabras y no pude reescribir tu futuro. Un segundo después y al recogerlo me encontré con que

Aún, en cada calle
Cantó esa canción que nunca susurré en tu oído.

Pero ya no te hago tan feliz vida mía, 




no escuches.