Que ayer

Me asombró cada una de tus terminaciones, tenías en ellas atisbos de Leis. Yo cerraba los ojos, movía el cuello y encogía los hombros por deleite, pero éramos los mismos distantes que ayer.

Intenté unirme a coro en ti pero comenzó a acompañarte la melodía de tu sangre y te disfruté hasta el final...
quería que se alargaran las señas que te invitaban a extenderte
pero no fue así,
en cambio, al final
cuando silenciaste la alabanza de tu voz, se me olvidó oración y palabra cuando te sentaste a mi lado y me encontré huyendo del alcance de tu brazo en mi espalda con intención de intercambiarnos tantas cosas
pero no dijimos nada,

porque éramos los mismos... 
exactamente los mismos absurdos y distantes
que ayer.