En ausencias

Ella siempre está; a la espera, con la confianza y con la certeza más fiel, y como ninguna otra cosa en el mundo puede creer en mí ella lo hace y me ve con su espacio en blanco como invitándome a derramarme sobre ella, a  divertir la soledad sobre ella, a deshacer todas mis cargas sobre ella, a dormir sobre ella.

Ella me permite cada vez que se me antoja, el placer de sentirla y también me siente.
Y cuando me alejo ella sigue ahí, feliz por mi regreso y se mete en todos mis sentidos sin dejarme en paz hasta vivirme la que proviene de ella.

Ella, la que siempre me entiende aún en esas veces que la rompo y la destruyo en mis momentos de frustración. Ella me deja pasar la página y me deja comenzar de nuevo, aunque al final de eso no obtenga nada bueno ella se queda y me invita a pasear, luego a volver, y me traduce entonces las palabras del alma, y se llora las lágrimas por mí para mantenerme los ojos secos, y me abraza fuerte para juntar mi vida de nuevo, para matar las desdichas momentáneas en las que me hundo. Porque aún cuando duermo, ella está ahí hablándome y alzándome con el alba.


Ella siempre está: a la espera, con la confianza y con la certeza más fiel y como ninguna otra cosa en el mundo puede creer en mí, ella lo hace. Y se ve en su espacio en blanco lleno solo de mis miradas sin nada extraordinario y sin nada absurdo que dar, y aún así me siente y me espera y me ataja la vida cuando vuelvo.