Su disfraz


Los disfraces muchas veces atraen, encantan, enganchan.


Nos recuerda la vida y nos regresa a la muerte, y viceversa.


Sé quién eres y sé mucho mejor quién no eres. 
¿Por qué sentarse lejos del recuerdo cuando puede ser más cómodo acercarse, abrazarlo un poquito con las manos, con los ojos?

Es más, me le siento al ladito y juego con sus dedos, y me río de la rapidez del salto de sus pestañas. 
Eso quiere el recuerdo, ser sentido, disfrutado.
Eso quiere la muerte en la vida, mi vida en la muerte; ser aceptada y arrebatada a sonrisas.
Eso hice yo, cerquita tuyo, cuando te disfrazaste aquella noche.

Sabía quién eras y quién no. 
Sabía qué es la vida y qué es la muerte.
Sabía cuál recuerdo brincarme y cuál llorarme.
En ese momento lo supe muy bien.


Tú no tienes idea que llevabas un disfraz; ese que me hizo quedarme cerquita y hacerlo mío, con todos sus silencios.

Porque, te digo,
hay disfraces que muchas veces atraen, encantan, enganchan. Nos recuerda la muerte y nos regresa a la vida, y viceversa.

Eso hiciste tú, aquella noche, al disfrazarte de sus manías,

(más allá de la muerte)
Y me lo viví.