A punto de terminar
(cuenta hasta diez)


Con  los pensamientos a las carreras y a los giros.

Recorriendo el pasado con los pies en mi presente. 
Me siento hinchar y a punto de explotar, con  este peso, ligero y enorme, y con estas ganas de abrir la puerta y dejar caer sobre ti este montón de cosas que empujan desde dentro.


Recostada de lado, con estos ojos habladores al closet y sin ganas de  buscar tu oído en la paranoia y el recuerdo; por lo que me obligo a acostarme boca arriba (como si sirviera de algo).

Me siento idiota, y decido esconderme debajo de este manto de todas mis noches. Este manto de oscuridad y aire, encerrados los tres, inhalandonos y exhalandonos los tres, unos con otros.

¿Dónde está mi corazón? (¿Dónde estás?)
Uno, dos, tres, cuatro... Me concentro.

Toquetean el colchón y se me enredan los latidos,
suenan a pasos que persiguen, y pienso en los tuyos.
Me desconcentro.

Tus latidos,
los mismo que éstas manos han sentido de cerca y éstos oídos han abrazado.
Tan reconocibles a millas de suspiros, sé que nunca suenan titubeantes.
Son como disparos, sin eco.

¿Dónde está el aire? (Devuélvelo)
Salgo del escondite, 
y me rodea este silencio de sonido tan limpio
y este techo medio alumbrado.
Este pasado mío sigue goteando sus imágenes a rayos,
y no quiero verlo.

Mi lengua bailarina se baña en tal rimero de palabras
que los labios se me desesperan por articular.
Pero tú no estás para escucharles
¡¿Suerte mía?!


Uno, seis, tres, cinco... Me concentro de nuevo en mis latidos;
ahora los reconozco firmes, como los tuyos.

¿Tuyos, dije? (siete, cuatro, dos, ocho... )
¿A qué deshoras empiezo a terminar de hablar de ti?

El manto de todas mis noches me empuja el hombro,
y se me extiende dispuesto.

No me siento idiota, y decido esconderme,


de nuevo.
Y cuento...


Y no escuchas. 

(nueve.)