Días de ruido

Han habido muchísimos días de ruido aquí en el hogar, pero voy a escribir sobre estos últimos.:

Corotos en la cocina, escucho el ruido en las mañanas y sé quien es, 
porque no creo que alguien más en el mundo sea tan escandalosa
como mi mamá al lavar la losa.



Escucho el ruido de esa música, normalmente saliendo desde el auricular de un celular, y sé quien es,
porque a mi hermana como que le gusta compartir su música,
aunque sepa que no nos gusta mucho algunas de las que escucha.


Ruido... Ah, me llaman, y sé quien es,
porque mi hermana nunca entiende que yo tengo más flojera que ella para hacer algún "Favor, hermanita", 
pero ella llama, y yo siempre, con toda la flojera del mundo, acudiré, con quejitas.


Coro de quejas; reconozco ese ruido de palabras dichas en voz alta
y hasta podría acompañar a mamá a repetir el CD 
rayado de todos los días sin equivocarme ni en una palabra.


Ruido de objetos de plástico y cajas, bolsas, crayones, hojas... y luego gritos, montones de gritos. Sé quien es,
porque ni juntando a 15 niñas, gritarán tanto como mis 3 primitas. 
Sus maneras de arrojar las cosas son más fuerte que el sonido 
que contra el clavo hace el martillo.
En serio, no imaginan ¡Eso si es ruido!


Ruido... Ladridos, ladridos, ladridos 
¿Todos los perros son fastidiosos y ruidosos o sólo los míos? Cristo.


Esto si es calientico; estaba en el cuarto leyendo "La buena semilla"  y a mi primita le dio por hacerme compañía; ajá, que linda. 
Estaba ella jugando a ser maestra y creo, juro, prometo, en serio, que repitió lo que escuchó decir a la suya durante la semana completa, 
o desde que empezó clases,
porque es que no se callaba su pequeña boca, enérgica.

Luego buscó embaces de plástico y aluminio, cucharas incluidas, y comenzó a jugar a la cocinita; 
pero tipo los programas en la TV, iba explicando paso a paso todo lo que hacía.

Pero ¿Lo peor? la comida eran MONEDITAS.


Ay, y no puede faltar, el bendito ruidito de la alarma del celular
despierta y otro día viviendo;
la apago y mi corazón latiendo,
agradezco y pienso... 

que si no fuese por esa red de pequeñas células sensoriales y fibras nerviosas que recogen las vibraciones del sonido y las transforman en impulsos eléctricos que nuestro cerebro puede procesar; de la cual están formados mis oídos; no hubiese descubierto lo afortunada que soy de oír todo lo que aquí escribo...

pese a lo escandaloso que me parezca algún sonido,
pido, Dios, que nunca me falten esos ruidos.