La mala suerte es vieja

De abundantes desahogos no tuve más opción que velar los sueños puestos justo encima de mi pecho, aplastándome toda colección de dudas, nostalgias y heridas que me hacen más pequeña, más humana, más caracol.

Pegada a tu fe, a tu futuro, a tu soledad de amor “única edición” en mi nombre.
Alargo todavía proclamar los finales y paralizo el reloj para no gastar el tiempo esperándote.

Dije que no espero nada pero me pregunto realmente si te espero, y me echan en cara el bendito número que dicen que es el de la mala suerte aunque yo creo que la mala suerte es un poco más vieja y que va más allá de martes y viernes…

Y lo que sigue es entregarte mi corazón y verte partir.
Pero tus manos se hacen descuidadas
Se te caen los vasos, astillas la pantalla, te cortas los dedos 
Y medito al borde del miedo en los pasos que me faltan para ir a buscarte, buscarlo, quise decir; 
al caerme, palpándome, irreconociéndome, acabo por darme cuenta que lo único que gasto es la fe, que mato con silencios lo que amé con las manos y que escupo, además, ración doble de misericordia a nuestro amor

El impaciente

El celoso de tus estaciones

El que se irrita por la distancia

El que se rinde

El que se desesperanza

El que se tambalea

Y el que, a pesar de todo durará para siempre
El que, a diferencia mía, no gasta el tiempo ni envejece necesidades
El que a diferencia tuya se pregunta entonces
¿Por qué sublevar tanto a la eternidad?